Cuando comencé con este blog éramos muy pocos los que teníamos uno, es más, yo casi que lo escondía y si alguien me hubiera preguntado sobre su existencia se lo hubiera negado.
Éramos 4 gatos mal contados con un blog abierto y yo me paseaba por todos. Pero ahora, si empiezas a enlazar de un blog a otro no encuentras el fin, puede haber millones de blogs de cocina, sin exagerar.
Y a veces me abruma, pero a la vez me entusiasma la idea, porque los blogs se alimentan entre ellos.
Otra cosa es cuando pienso en lo que se han convertido. Y hablo de la estética. Porque otro tema a parte son los Teletienda-Blogs.
Todo tiene que evolucionar, claro, y si no miren las fotos que hice en mis primeros posts (
aquí,
aquí y
aquí). Son de pena absoluta: oscuras, desenfocadas y ... ¿se ve lo que quiero transmitir? Pues no, ¿de qué manera? Si no se ve la textura, ni el color real, ni os dan ganas de hincarle el diente.
Lo que quiero transmitir cuando hago una foto es la realidad.
Porque no subo una receta que me haya salido mal (bueno, sin hablar cuando les cuento mis desastres), ni subo una receta que me haya salido bien, pero las fotos no muestren lo que yo quiero que les llegue al otro lado de la pantalla.
Por eso, mis fotos para el blog no tienen preparación anterior.
No armo una mesa de tablones blancos ficticia con un montón de azúcar y harina desparramados y una montaña de cuencos de cobre, con un mantel de florecillas y un fondo totalmente diáfano en un plato comprado en un mercado vintage para comer con un cucharilla de la que sólo tienes esa.
Y adoro visitar los blogs del bonitismo, me encanta
Cook me Tender,
La receta de la Felicidad y tantos otros.
Además confieso que mi favorita, favoritísima es
Luisa Morón (que si no la conocen ya pueden ir corriendo no, volando!!), además de que por lo poquito que la conozco de Instagram y Twitter me parece una bellísima persona.
Pero yo les cuento mi realidad y la de lo que ustedes ven normalmente y es que lo único que tengo previamente controlado es el sitio donde más luz hay en mi nidito, que me hice un reflector con cartulina y papel de aluminio totalmente casero y que mi cámara no es nada del otro mundo y que aunque ustedes no se den cuenta, algunas fotos las hago con el Ipad.
Que sé lo básico de Photoshop y que Mr. B. espera muchas veces con el hambre incluida a que yo haga una foto con la que quede contenta mientras sale el humillo de la comida y se me empaña la lente de la cámara.
Que los platos que ven son en los que comemos cada día, y el vaso y el mantelillo también.
A mi me gusta la sencillez, en todo, me gusta el color blanco y que lo que realmente sea protagonista sea lo que quiero que vean, sin más parafernalias.
Y si no, vean
este blog tan sencillo, tan simple, y en el que parece que todo está al alcance de la mano.
Una cosa no quita la otra.
Y a pesar de que no comparto ese extra de decoración porque sigo pensando que lo importante es lo que haya encima del plato, adoro pasear por los blogs, encontrando ideas y personas que de alguna manera u otra le tienen cariñito a andar entre cacharros y fogones.
Y entonces aparece el duendecillo que me dice que con la cantidad de visitas que recibe este blog cada día y con las que me quedo abrumada de verdad, tendría que profesionalizarlo un poco más.
Pero oye, no me bajo del burro de momento, así siento la cocina, como algo sabroso y sencillo. Y el alma de este blog es que me escriban en los comentarios "lo hice y estaba delicioso" "preparé este bizcocho y duró un asalto en casa" Y muchos otros mensajes que me llegan con un cariño inmenso. Y eso, no hay publicidades en los cantos del blog que me lo pague.